El hombre se niega a permanecer despierto porque si lo hiciera se vería obligado a hacer algo distinto de lo que es, y esa idea al parecer le resulta tan dolorosa que no la soporta. Si el hombre entendiera su verdadera naturaleza, si descubriese su auténtica herencia, se exaltaría o se alarmaría a tal extremo que ya no podría reconciliar el sueño. Vivir sería un perpetuo desafío a crear. Pero el pensamiento mismo de una metamorfosis rápida e inacabable lo aterroriza. Ahora duerme, no cómodamente, sin duda, pero si con creciente obstinación, en el vientre de una creación cuya única necesidad de verificación es su propio despertar. En este estado de sublime suspenso, el tiempo y el espacio se han convertido en conceptos que no significan nada. Ya se han fusionado para formar otro concepto que, en su estupor, es incapaz de formular o de elucidar todavía. Pero no importa el papel que el hombre ha de desempeñar en él; el universo, de eso podemos estar plenamente seguros, no duerme. Si el hombre rehúsa aceptar su papel hay otros planetas, otras estrellas, otros soles que aguardan para seguir adelante con el experimento. No importa lo vasto, lo total que sea el fracaso del hombre aquí en la tierra, la obra humana habrá de reiniciarse en otra parte. Los dirigentes de la guerra hablan de reanudar las operaciones en éste ó aquel frente, pero el frente del hombre abarca el universo todo.
En nuestro sueño hemos descubierto la manera de exterminarnos los unos a los otros. De nada valdría abandonar esta agradable búsqueda simplemente para dormir con mayor profundidad y paz.
Tendremos que despertar o saldremos del cuadro. No hay despertador que el hombre pueda inventar para hacer el truco. Poner el timbre es un chiste. El reloj mismo es una prueba de pensamiento equivocado. ¿Que importa la hora que nos levantemos, si solo es para caminar dormidos?
Ahora la extinción parece como la auténtica bienaventuranza. El Largo trance nos ha insensibilizado frente a todo lo que tiene vida y esta despierto. ¡Adelante! Claman los defensores del gran sueño. ¡Adelante hasta la muerte! Pero el último día los muertos serán convocados de sus tumbas: se los hará iniciar la vida eterna. Postergar lo eterno es imposible. Todo lo demás podremos hacerlo o no, pero la eternidad nada tiene que ver con el tiempo, el sueño, el fracaso ni la muerte. Homicidio es postergación. Y la guerra es homicidio, no importa que los correctos la glorifiquen o no. Me refiero a las cosas que son, no porque pertenezcan al momento, sino porque siempre han sido y siempre serán. La vida que cada cual sueña y que nadie tiene el coraje para vivir, no puede tener existencia en el presente. El presente sólo es una puerta entre lo pasado y lo futuro. Cuando despertemos, prescindiremos de la ficción del puente que nunca existió. Pasaremos del sueño a la realidad con los ojos bien abiertos. Nos orientaremos instantáneamente, sin ayuda de instrumentos. No tendremos que volar alrededor de la tierra para encontrar el paraíso que esta a nuestros pies. Cuando dejemos de matar, no de hecho, sino en nuestros corazones, comenzaremos a vivir; no antes.
Creo que es posible que haga mi iniciación en cualquier lugar de la tierra. Considero al mundo entero como mi hogar. Habito la tierra, no una determinada porción de la misma que se denomina Norteamérica, Francia, Alemania o Rusia. Debo lealtad a la humanidad, no a un país, raza o pueblo en particular. Respondo ante Dios y no ante el Primer Mandatario, no importa quien sea en este momento. Estoy aquí en la tierra para labrarme mi propio destino personal. Mi destino está vinculado con el de toda criatura viviente que habita este planeta, y puede que también con las de otros planetas, vaya uno a saber. Me niego a hacer peligrar mi destino considerando la vida dentro de las estrechas reglas que se establecen ahora para circunscribirlas. Disiento con respecto al punto de vista actual de las cosas en lo tocante al homicidio, a la religión, a la sociedad, a nuestro bienestar. Trataré de vivir mi vida de conformidad con la visión que tengo de las cosas eternas. Digo, “¡Paz a todos ustedes!” y si tu no la encuentras es porque no la has buscado.
Mil gracias amigo, donde quiera que estés!!
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